martes, 7 de julio de 2015

Mientras tanto, Iris.

Hace dos sábados mientras esperaba que Carlos (Porque aquí si puedo decir su nombre) me escribiera, estaba desconsolada viendo "Song One", terminé molesta y decidí irme a dormir. Hoy leía a Sábato, hablaba sobre el masoquismo de los desperanzados, que retoman la esperanza cada vez que pueden, con más fuerza, como una necesidad de confirmar la decepción. Algo así me pasa con Carlos, pero he sido tan feliz estos días, y siento (porque ahí está el grano de esperanza) de que él también es feliz. Es un astronauta, que regresa a la tierra, me toma de la mano, visitamos museos, librerías, zoológicos; vamos a playas, a montañas y bosques. Nos abrazamos, nos vemos, nos acariciamos, reímos, hacemos el amor, nos leemos; escribimos, hacemos el silencio. Hemos hecho de nuestros minutos un cielo ilimitado de sueños que arrullamos antes de dormir, en camas separadas, de casas y países distintos.

Ha pasado un año, estoy tan mareada, debe ser la luna llena.

Pero bueno, soy una masoquista desesperanzada, una masoquista desesperanzada enamorada.