domingo, 12 de julio de 2015

Antes y después de Alejandra.

Soy para todos, pero soy sólo mía.
Alejandra me repetí que dejara de tener miedo, que me dejara caer de espaldas al deseo, que saliera a la oscuridad y enfrentara esa respiración desconocida. Teníamos pláticas enteras sobre este tema, la valentía, la esperanza y la libertad, me preguntaba cómo hacía eso, lanzarse hambrienta a lo desconocido, eso era lo grandioso de ella; la seguridad de su paso en lo quebradizo.

Le prometí que nunca diría a dónde se escondía, con quiénes se encontraba y cuantos cigarros se fumaba en la madrugada, tampoco lo que haría si escapaba o donde ponía sus inseguridades. No lo he hecho. He cumplido mi promesa Alejandra, lo único que no cumplí fue haber fumado, lo hice a inicios de este año cuando no supe qué hacer con el temblor en las manos.

Me ha tomado tanto poder hacer todo esto yo sola, tomar el coraje para derribar todas las dudas sobre mi misma, no guardé nada, dejé todo atrás; sentía que sino lo hacía rápido me iba arrepentir, así pude caer de espaldas al deseo, ya no tengo miedo de salir herida, sé lo que habitaba en la oscuridad. Qué grandiosa eras mi Alejandra, extraño tanto tus manos. Tampoco espero, no titubeo, tomo decisiones y me mantengo firme. Hice lo que me dijiste, y te dejé atrás. Te amo tanto, ojalá al acabar de escribir esto pudiera leértelo, como siempre lo hacía, antes.